Somos un grupo de sobrevivientes de violencia sexual.
Cuando éramos niñas fuimos agredidas sexualmente, en el lugar en el que practicábamos gimnasia olímpica, uno de los gimnasios más grandes de la ciudad de Quito.Nos hemos encontrado y esto nos ha permitido reconocer que la violencia sexual que vivimos no fue un hecho aislado, sino que les sucedió a muchas otras niñas, que como nosotras acudían a entrenar en este espacio.
Estamos acompañadas por nuestras familias, amigas y amigos. Lanzamos la campaña #SeremosLasÚltimas para encontrar más mujeres que, como nosotras, son sobrevivientes de violencia sexual por parte de Alcides P. entrenador y dueño de este espacio. Este Gimnasio tiene más de 30 años en funcionamiento, sigue abierto, y muchas niñas pueden estar en riesgo.Tenemos el apoyo de Surkuna, organización de abogadas con alta experiencia en litigio y defensa legal de sobrevivientes de violencia sexual y de un equipo interdisciplinar.
Sabemos que es difícil romper el silencio, que es posible que no te crean o que quizás hablaste pero no pasó nada, sin embargo, queremos decirte que nunca es muy tarde para hablar, tu testimonio puede cuidar a otras niñas, nos permitirá encontrarnos y actuar juntas para cambiar esta realidad.
Buscamos justicia, reparación, pero sobre todo que esto no se vuelva a repetir.
Escríbenos: contacto@seremoslasultimas.com
#SeremosLasÚltimas – ¡Basta de violencia sexual!
TESTIMONIO
Mi nombre es Salomé Torres y ésta es mi historia. Cuando tenía 8 años vi un programa sobre un circo llamado Le Cirque du Soleil y me quedé hipnotizada por ese espectáculo. Le dije a mi padre que quería ser como ellas. Él encontró un gimnasio cerca de nuestra casa, a 5 minutos.
Recuerdo el primer día que llegué ahí, nos recibió un señor de unos 30-35 años, lo recuerdo muy alto, casi como mi papá.Al principio me gustaba mucho entrenar y siempre ponía mi mejor esfuerzo. En ese entonces habían dos grupos, el de las principiantes y el de las avanzadas.
No pasó mucho tiempo hasta que el entrenador me dijo que yo podía entrenar con las avanzadas y me puse muy feliz sin importar que debía entrenar hasta la noche todos los días durante toda la semana. Pasaba gran parte de mis días ahí en el gimnasio.
Un día, como cualquier otro, fui a entrenar temprano, me fui a cambiar y luego me senté a esperar. Alcides P. el entrenador, apareció y puso música clásica, la usual para entrenar, me preguntó si estaba sola, aunque era evidente que no había nadie. De pronto, comenzó a portarse muy cariñoso, a decirme que me queda muy bien esa licra verde y que debería ponérmela más seguido, luego me dijo que era muy bonita y me acarició el rostro.
El abuso ocurrió durante los dos años que estuve en gimnasia y a pesar de que sabía que lo que hacía no estaba bien del todo, nunca me atreví a contarles nada a mis padres por la vergüenza que tenía de que mis compañeras se enteraran.
Cuando estaba de buen humor, las niñas le pedían a Alcides que veamos una película o que ese día no entrenemos y él les decía “pregúntele a la Salomé” y me quedaban viendo entonces yo tenía que ceder.
En el tiempo que estuve entrenando pude notar que yo no era la única con ese problema.
Mi padre decidió sacarnos del gimnasio porque le pareció que el profesor era negligente en su trabajo, yo me puse muy feliz porque sabía que por fin se iba a quedar todo atrás. Pero no, a los 14 años comenzaron a surgir recuerdos fuertes del abuso, no podía parar de pensar en eso, algo que me molestaba muchísimo y de la nada rompía en llanto. Tenía ataques de ansiedad y mi humor cada vez estaba peor. Terminé aislada de toda persona.
Tuve el valor de contarles a mis padres sobre la violencia que sufrí, ellos pusieron una denuncia pero no quise saber más sobre el asunto. Yo estaba sobreviviendo a una crisis emocional y física.
Las consecuencias de la violencia se presentaron en mi vida de distintas maneras, me cortaba la piel para aplacar el dolor emocional, me obsesioné con estar delgada y mi autoestima se derrumbó, estaba absolutamente anulada.
Un día de forma impulsiva cogí mi bicicleta y me fui a la gimnasia. Cuando llegué, sentía que me iba a desmayar, estaba temblando. Vi que su carro estaba ahí, entonces recién en ese momento caí en cuenta que haber hablado y haber hecho una denuncia no sirvió de mucho, él seguía libre, muchas niñas seguían en riesgo.
Años después, cuando entré a la universidad me topé con una compañera de gimnasia, una chica a la que siempre le tuve mucho afecto, una muy amiga mía de la infancia Silvia (nombre protegido). Las dos sabíamos mentalmente de dónde nos conocíamos, era como si no hubiera pasado el tiempo. Sin embargo, nunca en la vida mencionamos a la gimnasia o al entrenador. Yo quería hablarle de eso y ahora me doy cuenta que tal vez ella también quería hacerlo. Luego supe que la razón por la que no hablamos es porque tanto a mí como a ella nos sucedió lo mismo, el profesor había abusado de las dos.
La verdad es que estoy harta de cómo me siento. Por esa misma razón decido hablar para buscar más testimonios y para hacer un último intento de hacer un proceso legal que me permita tanto a mí como a todas las personas que han sufrido abuso por parte de este profesor, conseguir justicia.
Un día decidí publicar la misma carta en el grupo de Facebook “Mi Primer Acoso, No Callamos Más” y una chica me escribió para contarme que ella conoce a una chica a la que le pasó exactamente lo mismo, por el mismo señor. Luego de unos 10 minutos esa chica me llamó, Stephanie.
Encontrar más casos ha hecho que yo pueda ver las cosas de una forma más clara, es decir, por primera vez en mi vida puedo aceptar conscientemente que fui abusada sexualmente por un pederasta. Hacer esta campaña es definitivamente algo que necesito y algo que el mundo necesita, una persona así no debería estar dando clases a niñas, pues ellas están en un gran riesgo.»
TESTIMONIO
Soy Stephanie, empecé a entrenar gimnasia olímpica en este gimnasio desde los 8 hasta más o menos los 12 años. Ir a la gimnasia era una actividad muy divertida al inicio, no solo porque estaban mis primas, a quienes toda la vida quise mucho, sino porque era un deporte que lograba generar motivación, pues luego de mucho esfuerzo podías percibir el progreso.
Después de poco tiempo pasé de estar en el nivel de principiantes, en el que entrenaba dos días a la semana, al grupo de las gimnastas que podían profesionalizarse y tenía que entrenar todos los días.
En el periodo en que iba todos los días a entrenar, mi entrenador el Señor Alcides P. empezó a agredirme sexualmente, no recuerdo con exactitud las fechas pues era una niña pequeña, pero recuerdo claramente el primer día que sucedió.
Pasaron los días yo tenía la certeza de que algo había cambiado, pero sentía miedo, y no le dije nada a nadie, las agresiones sexuales continuaron; estas sucedían en el momento en que yo practicaba algunos ejercicios sola con el violador, mientras las otras niñas estaban en el gimnasio haciendo otros ejercicios. Así las agresiones sexuales fueron aumentando, siendo cada vez más frecuentes y agresivas.
Siempre he pensado que las agresiones sexuales que sufrí marcaron mi vida, nada volvió a ser igual, estos hechos incluso han marcado mi salud para siempre. Me ha tomado mucho esfuerzo seguir en pie con mi vida y no hubiera podido hacerlo sin el apoyo de personas que las llevó en mi corazón profundamente.
Desde que he podido procesar mi experiencia pienso, que poner tanta responsabilidad en una niña es cruel, que nos pregunten “¿Por qué no hablaste?” “¿Por qué no le contaste a tus padres?”, que nos digan “nosotros te hubiéramos ayudado”; son preguntas y afirmaciones que justifican la violación, porque la sociedad debe entender el momento difícil que vivimos, un momento de miedo y silencio, y debe entender que las víctimas somos nosotras, que también somos silenciadas como un proceso que es parte de la violencia que vivimos.
Hoy he decidido sumarme la campaña #SeremosLasÚltimas, porque descubrí que no fui la única niña a la que le paso esto, a la que este tipo violó y abuso, porque no quiero que hayan más niñas que vivan lo que viví, porque no quiero que este tipo vuelva a lastimar a ninguna otra niña.«
Si a ti también te pasó, no dudes en comunicarte a contacto@seremoslasultimas.com, buscamos que estas historias no se repitan.